Columna opinión: El crimen organizado ya no necesita de la violencia para cumplir su función

24 de abril / Por Ignacio Schwerter

Recientemente, la Asociación de Examinadores Certificados de Fraude (ACFE [1], por sus siglas en inglés) publicó la Décimo Primera versión de su “Reporte para las Naciones” [2]. En éste, se expone un análisis efectuado a 2.504 casos de fraude, ocurridos en 125 países durante el mes de enero del año 2018 y el mes de septiembre del año 2019.

La particularidad de los casos analizados es que correspondían a casos de “fraude ocupacional”, entendiéndose éste como aquel cometido contra la “organización” por sus propios funcionarios, directores o empleados.

Pues bien, de acuerdo al mismo, este tipo de fraudes implicaron en el período analizado pérdidas totales por US$ 3.600 millones de dólares.

Elementos generales a considerar en relación a los casos de “fraude ocupacional” analizados, según lo expuesto en este reporte, son los siguientes:

(i) En promedio, las pérdidas experimentadas por la organización producto del fraude sufrido eran equivalentes a un 5% de sus ingresos anuales;

(ii) El período analizado contempló análisis de fraudes cometidos en períodos de “normalidad”. Ello hace presumir que los mismos aumentarán considerablemente durante el año 2020, siendo éste un período de “anormalidad” generado por el COVID 19; y

(iii) Un caso típico de “fraude ocupacional” demora aproximadamente 14 meses en ser descubierto.

Pues bien, como se puede advertir, es una realidad que las conductas fraudulentas ocurridas al interior de una empresa sufren un explosivo aumento cuando existen crisis económicas. La presión por mostrar resultados ha sido, a lo largo de la historia, uno de los factores determinantes para la ocurrencia de los fraudes más importantes cometidos en las últimas décadas.

Es por ello que la incertidumbre actual constituye una prueba de fuego a la que serán sometidos los sistemas de control interno de las empresas y sus modelos de prevención de delitos. El teletrabajo o trabajo remoto implicará para éstas una mayor exposición al riesgo, al existir un contexto de menor control que el habitual. Esta debilidad será precisamente la que explotará el delincuente para cumplir con su propósito criminal.

A nivel global, la regla general es que 1 de cada 3 fraudes se produce por una falta de control interno. Durante este año, con un escenario absolutamente adverso, se presume que esa proporción aumentará.

De acuerdo al contenido del Reporte para las Naciones, es importante considerar los siguientes aspectos para, a partir de ellos, crear criterios de fortalecimiento del control interno organizacional:

(i) los principales delitos cometidos al interior de una organización son los actos de corrupción, la apropiación indebida y la adulteración de estados financieros.

(ii) más de la mitad de los fraudes cometidos al interior de la organización proviene de las siguientes áreas: operaciones (15%), contable (14%), ejecutiva (12%) y ventas (11%).

(iii) los 4 métodos más comúnmente utilizados para el ocultamiento de este tipo de fraudes son: creación de documentos físicos falsos (40%); adulteración de documentos físicos (36%); adulteración de documentos electrónicos (27%); y la creación de documentos electrónicos falsos (26%).

(iv) las mayores industrias o áreas afectadas son: la banca e industria financiera (386 casos), gobierno y administración pública (195 casos); manufactura (185 casos); salud (149 casos); y energía (91 casos), entre otros.

(v) las principales debilidades de la organización radica, como se dijo, en la falta de controles internos (32%) o en la ineficacia o insuficiencia de los mismos por una falta de gestión adecuada (18%).

(vi) las principales alertas que permiten descubrir conductas fraudulentas de parte de un miembro de la organización son: la mantención por parte de un miembro de ésta de un estilo de vida injustificado o no acorde a sus ingresos (42%); dificultades financieras (26%); relación extremadamente cercana con proveedores o clientes (19%); incapacidad de compartir labores (15%); y la existencia de problemas familiares, como un divorcio (12%), entre otros.

Chile obviamente no se encuentra ajeno a esta realidad. No sólo por la ocurrencia de fraudes al interior de las empresas, sino que también por la falta o insuficiencia de los sistemas de control dispuestos por éstas.

Según la información entregada, al 31 de marzo de este año, por las Sociedades Anónimas a la Comisión para el Mercado Financiero, más de la mitad de éstas declara no contar con procesos internos que permitan monitorear en tiempo real los riesgos de sus negocios y filiales. Asimismo, solo la mitad de ellas declara tener procedimientos de capacitación para la prevención de este tipo de situaciones.

Como se ve, ninguna organización ni área productiva se encuentra inmune a la comisión de fraudes por parte de miembros de la organización. Pero adicionalmente, producto de las debilidades existentes en los controles internos de las empresas, debilidades que se acrecientan y manifiestan en épocas de anormalidad como la que vivimos, las organizaciones encuentran también un mayor riesgo de ser penetradas por otro flagelo: el crimen organizado.

En épocas de crisis como la que estamos viviendo, el crimen organizado encuentra una oportunidad para expandir sus redes. La penetración de esta forma de criminalidad en el tejido económico es una realidad latente, pues el crimen organizado comienza a presentarse como un socio o un financista desinteresado de aquel que presenta dificultades económicas, para luego en el futuro cobrar esta ayuda desinteresada mediante “favores”. Por eso el ingreso del crimen organizado a actividades lícitas trasciende a la actividad económica propiamente tal pues produce también un impacto en lo político.

El crimen organizado aprovecha las debilidades de la economía y de la sociedad para penetrar en el sistema y ampliar su esfera de dominio. Aprovecha la pobreza, acentuada por el confinamiento y la imposibilidad de trabajo; ofrece sus recursos a cambio de favores futuros; y, lo que es más grave, extiende sus tentáculos allí donde el Estado no está presente.

El crimen organizado ya no necesita de la violencia para cumplir su función. Hoy despliega su influencia a través de su ingreso al mundo de los negocios.

Es por ello que las organizaciones en sí deben extremar doblemente sus esfuerzos para combatir la delincuencia. No sólo aquella cometida al interior de éstas sino que aquella que, desde fuera, busca permearla para luego dominarla.

Los sistemas de control interno así como los modelos de prevención de delitos serán puestos a prueba durante este período y la tecnología jugará un rol clave en su supervivencia. Permitirá formas de control a distancia, acceso a la información para todos los miembros de la entidad y aplicación del mismo en forma remota.

[1] Association of Certified Fraud Examiners.

[2] Report to the Nations. 2020 Global Study on Occupational Fraud and Abuse.